miércoles, 16 de marzo de 2011

Aquellos recuerdos inolvidables.

Fue un tiempo bueno, cálido y lleno de sorpresas en el que nuestro pequeño ratoncito Guasi aparecía y desaparecía sin dejar rastro y dejaba en su lugar regalos para el cole para nosotros, los niños de la casa. Jugábamos a la escuelita, a las muñecas, nos escondíamos agachados por los pasillos laterales al jugar al escondido. Veíamos películas junto a los niños amigos de toda la cuadra que papi nos ponía en nuestro proyector y enfocaba en la pared contínua de la escuelita, quedando una imagen super grande como un cine.

En esta casa vivimos tiempos muy felices los tres hermanos mayores junto a mis padres. Allí tuve a mi primera mascota, una perrita zata llamada Mota que quise muchísimo hasta que nos dejó a sus casi 15 años de vida. La sucedieron otros más Osito, Yeti, Viki y gatos nunca nos faltaron. Recuerdo a Misi el más cariñoso de todos los que tuve, un gato rubio precioso que un buen día se apareció con la novia y un montón de gatitos a los que mimé. Siempre nos gustaron mucho los animales especialmente los mimosos gatos.

Nunca se escapan de mi mente los lindos enanos de nuestra habitación, estaba especialmente decorada por mi padre. Él siempre ha sido un excelente dibujante y nos dibujó a tamaño natural a las criaturas clásicas de los cuentos en todas las paredes y les dio color magistralmente. Estaba Pinocho, La Bella durmiente, Blancanieves y los siete enanitos cada uno con su gracia peculiar, Caperucita y a Bambi, era la habitación que cualquier niña desearía para sí misma.

Recuerdo cuánto disfrutábamos subiendo al techo a través de la escalera construída por mi abuelo Antonio. La escalera tenía mucho mérito porque la hizo con sus propias manos sin ayuda de nadie y era inmensa de grande y pesada . Arriba del techo amplio y a escalas retozábamos de lo lindo , recuerdo haber soñado muchas veces que volaba hasta alcanzar las nubes desde allí arriba con un desenfreno que ni las águilas podían alcanzarme. Sin contar cuan placentero siempre fue tomar el sol con tranquilidad en vikini con la garantía de no ser estorbada.

Cuando repaso en mi mente la casa recuerdo a mami limpiando los adornos de la repisa. Era la repisa de yeso mas linda que he visto, estaba en la sala y separaba a la saleta y comedor del resto de la casa. Mucha gente que venía a casa tenía que ver con ella además de los curiosos que pasaban a diario frente a casa para llevar a los niños al colegio cercano. Imitaba al mar saliendo desde el suelo con unas cenefas en forma de olas que subían hasta la rodilla. De dentro partían unas columnas redondas que llegaban al techo atravesadas por unas grandes ramas con hojas gigantes que surgían de ese mar. Mami la tenía a su vez adornada deliciosamente con figuras de cristal y porcelana que papi traía de regreso de cada uno de sus viajes a esos mundos lejanos que hacía en su barco.

De jóvenes hacíamos fiestas de pepillos como se les decía en aquel entonces a las fiestas de los jóvenes con nuestros amigos del bachillerato. Bailábamos toda la noche en el inmenso portal con su suelo de mármol rosa que nunca más he visto y tanto me gustaría encontrar.
Mi padre y yo organizábamos las fiestas juntos, él colocaba focos con luces de colores opacas en las esquinas junto a cada columna del portal como en las discotecas y yo previamente hacía las invitaciones a los amigos y planificaba qué ofertar a los invitados. Mami hacía de camarera repartiendo a los muchachos los pequeños bocaditos y croquetas que había hecho ella misma en la mañana. Cuantas escenas recuerdo bailando con alguno que otro muchacho al compás de la música de Roberto Carlos abrazaditos o tomados de las manos. Cada letra para mi significaba algún amor silencioso que nunca fue y que sólo con mami o mi abuela nana compartía. Las amigas tarareabámos la mayoría de las canciones en alta voz a la par que sonaba la grabadora con las bocinas a todo dar. Pedíamos según cada momento lo pidiera cambio de música para poner música rock y bailar sueltos con el baile de última hora y así tener tiempo para poder observar a los mejores bailadores presentes. La hora más importante era cuando poníamos casino nuestro baile típico latino la llamada Salsa. Hacíamos ruedas de casino las parejas que ya nos conocíamos y entraban los invitados que les apetecía bailar. Las fiestas duraban hasta las dos de la mañana casi siempre porque nos quedábamos haciendo el juego de la escoba que era muy divertido combinando toda clase de músicas y poniendo castigos graciosos o picantes según fuera más o menos conocido el castigado. Aquellos tiempos de juventud fueron inolvidables en nuestra casa.

Recuerdo a mi madre cortando el césped y haciendo ramos con las rosas rojas del jardín que eran espléndidas de grandes. Nunca olvidaré un pequeño arbolito de Galán de Noche que creció hasta cubrir toda la columna hasta el techo. Sus flores tenían un perfume que inundaba tres manzanas a la redonda. La fragancia se quedó impregnada en mis cienes, hasta hoy y creo nunca olvidaré, era la favorita de mi madre. Ella tenía muy buena mano para las plantas, arreglaba con frecuencia unas especialmente, las que había colocado por todo el borde del jardín, yo las llamaba brujitas eran de pétalos naranjas y el estambre amarillo sobresalía como en las flores de Mar Pacífico. Sin contar el tiempo que le dedicaba a la enredadera que hacía con el Jazmín de cinco hojas en el frente de la casa aparentando un toldo verde con pequeñas bolitas blancas cuando aún estaban por abrirse los pequeños botoncitos de la flor.

Allí vivimos tiempos maravillosos desde que éramos niños y nos hicimos mayores compartiendo momentos divinos. Muchas veces hablamos mis hermanas y yo con mi madre, sentadas en el columpio que hizo el abuelo, sobre lo que sería nuestra vida de mayores. Hasta soñé con niños correteando por los jardines; escondiéndose en el placer que teníamos detrás del patio y llegaba hasta la otra manzana que por cierto era de mis preferidos para esconderme y nunca ser encontrada.

Recuerdo cuando le decía a mami reflexionando en voz alta "qué bueno sería que nuestros hijos nacieran en nuestra querida casa y crecieran haciendo cosas parecidas a las que hicimos.
Muchas veces contemplo cada imagen en mi mente y las añoro y sobrevivo cada vez en mis recuerdos y siempre termino diciéndome lo mismo _ Qué años aquellos inolvidables que nunca más se repetirán, sobre todo porque no estarás más, querida mamá.

A mi querida madre,a mi padre, por darnos estos años.

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