Tener 89 años no es impedimento para disfrutar del mar y de la naturaleza, cuando crees que es tarde para algunas cosas, la vida te sorprende y te deja conocer lugares nuevos y vivir cosas que ya no pensabas.
Por ello la mejor lección es nunca dejarse caer, disfrutar mientras estamos vivos y agradecer el ver cada amanecer.
Las olas del mar son sabias, se van una y otra vez sin cansarse nunca y pierden en la distancia, pero de nuevo regresan con fuerza y arremeten contra la arena en la orilla. Si de eso no aprendes algo no será porque la naturaleza no te muestre su ingenioso hacer.
1 comentario:
Hace falta más respeto hacia los viejos. Pero también hacen falta más jóvenes de ayer.
Publicar un comentario