jueves, 29 de mayo de 2008

"El botón de rosas"


Siempre que las miro a los ojos siento que no estoy perdida, comprendo que vine a este mundo a ser feliz y cuidarlas y nada me produciría más placer que saberlas dichosas, encaminadas e independientes pero sobre todo amadas.

A mis hijas.


"El botón de rosas".
Érase una vez un botón de rosas que crecía en un bello jardín. El jardín estaba repleto de otros botones de rosas blancas como pequeños retoños resplandecientes entre las verdes hojas. La mañana era espléndida con un sol tibio que se acomodaba en el cielo como en las mañanas de Domingo.

Todo estaba tan tranquilo como a la hora de la siesta en el verano, pero de pronto calló en el jardín una mala hierba, de esas que tienen la fortaleza y el carácter rebelde que ni el fuerte calor y la falta de agua debilitan su temperamento y sus ganas de triunfar y conseguir lo que se proponen. Allí, en una esquina calló la raíz prácticamente seca, estaba debilucha y casi muerta, pero aún vivía y eso era suficiente. Con la mala hierba llegaron también otros males, las ratas y las moscas que vinieron al día siguiente, después que un vecino comenzó a derramar basura desde sus casa. Aquello no tenía nombre, porque todos los nombres que conocemos los niños no podían describir y nombrar aquel hecho tan horrendo de fealdad y suciedad.

Pasaron los días y las semanas y el bello jardín estaba cubierto por una plaga de malas hierbas, arrasando a toda planta que se encontrara en su camino y por supuesto a las delicadas plantas de rosas que tanto cuidado necesitan. Las rosas habían perdido su vitalidad y su luz interna. El bello jardín se había convertido en un placer cubierto de guisazos y espinas, basura amontonada por un lado y dispersa por el viento en otros, completamente abandonado de todo y por todos.

Las flores se marchitaron y ni los pájaros ni las mariposas ni los pequeños insectos que siempre sobrevolaban sobre las rosas se acercaban por allí. Las moscas habían ocupado su lugar e invadido todo aquel espacio que un día había sido bello. Las ratas corrían a su aire y se alimentaban y roían todo lo que encontraban.

Entonces se empezó a escuchar el clamor de una rosa muy suavemente como la niña que dormitaba en ella, tan pequeña e indefensa que apenas tenía fuerzas para lamentos. Sin embargo en su garganta estaba el espíritu de todas las rosas y flores del jardín que habían depositado en ella su última esperanza. Ella era la más alejada y había tenido la suerte aún, de no haber sido atropellada por la inmundicia ni por las malas hierbas. Sus pulmones estaban limpios y su ímpetu era vigoroso y a la vez triste, pero en él vibraba la esperanza de encontrar una solución a todo aquel caos desastroso causado por algún desalmado innombrable.

La niña que clamaba en el interior de la rosa emitía lamentos indecibles y su voz se levantaba con el viento y su llanto se escuchaba lejos, lejos, pero la gente que escuchaba el sonido no le daba importancia y miraba hacia otro lado como si con ellos no fuera. Hasta un día, un día en que apareció por el jardín una viejita con su pequeño gato. La anciana pese a los muchos años que tenía escuchó el lamento del botón de rosa y se entristeció y conmovió por su tristeza, pero puso manos a la obra y avisó a todo el que pudo para recoger todo aquel basurero. Con sus propias manos arrancó la mala hierba que ocupaba casi todo el jardín incluso debajo de la basura lanzada crecía la mala hierba. La anciana se decía a si misma que si los humanos todos tuvieran la fortaleza y el carácter de aquellas hierbas pero para construir y no destruir entonces se podrían hacer muchas cosas bellas.

Todo volvió a ser como antes, como nunca debió haber cambiado. Desde entonces hasta hoy en día a pesar de que las flores todas nos dan su perfume y belleza y entre ellas las lindas rosas, no conozco a ninguna que vuelva a ser la misma. Caen de sus broches de oro atados al tallo, sólo después de un breve tiempo. Probablemente porque así, todos las recordamos más y las echamos en falta.

Evidentemente aquel trágico incidente lastimó al espíritu de las flores y en su memoria aunque quieren olvidar, no logran congratular a su orgullo de cerrarse o marchitarse. Un poco para recordarle a los humanos que deben cuidarlas siempre, y que la belleza no es para siempre. Si no se cuida y protege puede resultar herida.
Algunas flores duran más tiempo que otras pero sólo aquellas que no sufrieron el descuido inmenso en el bello jardín de nuestro cuento.

El corazón de la anciana y su sensibilidad fueron compensadas con amor y mansedumbre, paciencia y generosidad. Virtudes que fueron trasmitidas en la esencia de cada niña que luego será mayor. Es por eso que las abuelitas son tan importantes en nuestras vidas y ocupan un lugar tan especial para todos los niños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te animo a que participes en topfanfics.com

Un abrazo.