lunes, 15 de octubre de 2007

"La Secoya"



En el bosque de California crecía un árbol de Secoya que vivía tranquilamente, rodeado de muchos otros que crecían tan cerca de éste que lo agobiaban con su sombra. La Secoya quería alejarse, pero sus raíces bien sujetas al suelo no se lo permitían.

Un buen día sus ramas y hojas, hartas de moverse en busca de la luz del Sol, tomaron una decisión. Tenían que llegar a un acuerdo para poder salir adelante. Sin el Sol nunca llegarían a ser un gran árbol. Necesitaban de su energía para alimentarse y enviarla a través del tronco a las raíces, que a su vez obtendrían la fortaleza necesaria para arraigarse bien a la tierra y buscar agua y nutrientes. Pero todo tenía que estar muy bien dispuesto para que cada parte del árbol estuviera convencida y actuar coordinadamente o no lograrían sobrevivir.

Así fue, las raíces, el tallo, las ramas y las hojas; unidas en un mismo propósito, comenzaron a trabajar juntas. Tanto tanto creció el tronco en altura que llegó a los cien metros y no había en todo el bosque árbol tan alto. Sus hojas se tornaron verdes y tersas, el Sol las tocaba cada día, pero por si fuera poco, el tronco también engrosó hasta doce metros de diámetro. Tenía que estar muy fuerte y firme para sostener a todas aquellas ramas que llegaban tan alto.

En el interior de su tronco se contaban miles de anillos, reflejando la avanzada edad del árbol. El inmenso y majestuoso árbol de Secoya es hoy en día uno de los árboles más altos que existe, pero además, el de nuestra historia es de los más viejos de estos gigantes.

No hay comentarios: